Obispo Oscar Romero |
La denuncia del obispo Romero.
Haciendo una especie de muestrario presento parte del amplio y abundante panorama de denuncia del Obispo Romero. Él está consciente de que Dios lo ha puesto al frente de este pueblo como su pastor:
“Con este pueblo no cuesta ser un buen Pastor; es un pueblo que empuja a su servicio a quienes hemos sido llamados para defender sus derechos y para ser su voz” (VII página 444) - Y como profeta aunque, no único: “Quienes se ríen de mi como si yo fuera un loco creyéndome profeta, deberían reflexionar. Nunca me he creído profeta en el sentido de único [...] Cada uno de ustedes puede decir con toda verdad: El Espíritu entró en mi desde el día del bautismo y me envió a la sociedad salvadoreña, al pueblo de El Salvador, que si hoy anda tan mal es porque la misión profética ha fracasado en muchos bautizados” (VII página 57).
Desde esta doble condición pastor-profeta deja claro esto:
“Un evangelio que no tiene en cuenta los derechos de los hombres, es un cristianismo que no construye la historia de la tierra, no es la auténtica doctrina de Cristo, sino simplemente un instrumento de poder [...] queremos ser la Iglesia que lleva el Evangelio auténtico, valiente de Nuestro Señor Jesucristo, aún cuando fuera necesario morir como El en una cruz” (III página 7).
“La Iglesia tienen una obligación de caridad que la urge a acompañar a quienes sufren las injusticias y a ayudar también a las reivindicaciones justas del pueblo” (IV página 143).
“La Iglesia no está en la tierra para privilegios, para apoyarse en el poder o en la riqueza, para congraciarse con los grandes del mundo. La Iglesia no está ni siquiera para erigir grandes templos materiales o monumentos [...] La Iglesia es el Reino de Dios que nos está dando [...] filiación divina” (V página 94).
Los pobres han marcado el verdadero caminar de La Iglesia. “Una Iglesia que no se une a los pobres para denunciar desde los pobres las injusticias que con ellos se cometen no es la verdadera iglesia de Jesús” (VIII página 229).
Por eso la iglesia sufre el destino de los pobres: la persecución. Se gloría nuestra Iglesia de haber mezclado su sangre de sacerdotes, de catequistas y de comunidades, con las masacres del pueblo y haber llevado siempre las marcas de la persecución. Precisamente porque estorba, se la calumnia y no se quisiera escuchar en ella la voz que reclama contra la injusticia” (VIII página 231).
La persecución es una nota característica de la autenticidad de la Iglesia. “De una Iglesia que no sufre persecución, sino que está disfrutando de los privilegios [...] ¡tengan cuidado!, no es la verdadera Iglesia de Jesucristo” (VI página 190). “Porque es más fácil predicar la mentira, acomodarse a las situaciones para no perder ventajas, para tener siempre amistades halagadoras, para tener poder. ¡Que tentación más horrible la de la Iglesia! Y sin embargo, ella que ha recibido el Espíritu de la verdad tiene que estar dispuesta a no traicionar la verdad, y si es necesario perder todos los privilegios, los perderá, pero dirá siempre la verdad” (VI página 323).
“Obispos, Papa, sacerdotes, nuncios, religiosos [...] somos hombres y los hombres somos pecadores y necesitamos que alguien nos sirva de profeta para que nos llame a conversión [...] Una Iglesia que sólo condena, una Iglesia que sólo mira pecado en los otros, y no mira la viga que lleva en el suyo no es la auténtica Iglesia de Cristo” (VII página 58).
“No nos extrañemos de prelados, de sacerdotes, de matrimonios, de religiosas, de colegios católicos, etc., que no cumplan con su deber. Tenemos nuestras lacras, nuestras deficiencias; yo les digo con sinceridad que incluso tengo que pedirle a Dios perdón de mis propias culpas y así lo hacemos todos. El Papa se confiesa también de sus pecados, los sacerdotes nos confesamos porque sabemos que mientras peregrinamos en la tierra aunque sembrando esperanza de otra vida, nuestros pies se empolvan con el polvo de la tierra y hay miserias que suceden también en la vida humana del más santo de los cristianos” (IV página 121).
“Ahora os toca a vosotros sacerdotes. Os apartasteis del camino, habeís hecho tropezar a muchos en la ley: Yo os haré despreciables y viles ante el pueblo. No hay cosa peor que un mal sacerdote. Si la sal se vuelve insípida, para que sirve [...] nada mas para echarla al suelo y que la pise la gente. ¡Que triste oir la palabra del sacerdote cuando ha perdido credibilidad! Lata que suena. No habeís guardado mis caminos. Os fijais en las personas, al aplicar la ley. Si es don fulanito, si es doña fulanita, con mucho gusto. Si es un pobrecito despreciable, ni caso se le hace [...] Os fijais en la persona al aplicar la ley. ¡Qué bien lo decía el campesino: la ley es como la culebra, sólo muerde a los que andan descalzos!” (V página 278).
“¡Qué terrible es cuando la misión sacerdotal o profética se subordina al interés económico, cuando se ejerce el ministerio profético y sacerdotal subordinado a esos intereses sociales, económicos! (VII página 77). “Tal vez con mis hermanos sacerdotes hemos hecho consistir el culto en arreglar bien bonito el altar y, tal vez, cobrar tarifas más altas porque se adorna mejor. ¡Hemos comercializado! [...] Han hecho de mi casa de oración una cueva de ladrones” (VII página 211). “¡Qué verguenza cuando se convierte el servicio religioso en una manera de ganar dinero! No hay escándalo más horroroso. Y yo diría a mis queridos hermanos sacerdotes, y a las instituciones católicas, a las congregaciones y colegios, y todo aquello que se llama y quiere ser Iglesia: mucho cuidado con caer en esta maldición de Jesucristo que fustigó severamente, ante el ejemplo de la devoción auténtica de la viuda, la actitud de los falsos religiosos que hacen consistir en ampulosidades y exterioridades sus malas intenciones que llevan dentro” (VII página 425).
• A los gobernantes:
“El Señor Presidente [...] ha dicho en México que no hay persecución a la Iglesia. Y compromete a nuestros periódicos poniendo en titulares de primera página un hecho que aquí en Catedral está evidenciando, lo mentiroso que es. El Señor Presidente acusó en México crisis en la Iglesia a causa de los clérigos tercermundistas. Denunció la predicación del Arzobispo como predicación política y que no tiene la espiritualidad que otros sacerdotes si siguen predicando. Que me estoy aprovechando de mi predicación para promover mi candidatura del premio Nobel. ¡Que tan vanidoso me creen!” (VI página 135).
“El Presidente promete noticias de impacto para la próxima semana, que de veras nos dé ese impacto de poder creer que la autoridad que tiene, que sea fuerza moral para dar solución a los problemas del país [...] fuerza moral sobre base de libertad, sea esa la fuerza moral de nuestro gobierno, no la del fusil, no la de la metralleta, no la del cateo, no la de la represión...” (VII página 165). “¡Ay de los poderosos cuando no tienen en cuenta el poder de Dios, el único poderoso. Cuando se trata de torturar, de matar, de masacrar para que se subyuguen los hombres al poder del dios dinero! Tantas vidas, tanta sangre que Dios, el verdadero Dios, el autor de la vida de los hombres, se lo va a cobrar bien caro a esos idólatras del poder” (VIII página 259).
“Los cristianos no somos retrógrados, sabemos como dijo el Señor Presidente también, que los países tienen que progresar. Pero quisiéramos decirle: que no basta el progreso del país, que es necesario que ese progreso se base sobre cimientos de justicia, porque si no la seguridad nacional solamente será la seguridad para aquellos que se enriquecen y el progreso beneficiará siempre a una minoría” (V página 314).
“El gobierno ya no puede seguir negando que ha capturado a estas personas cuando hay pruebas evidentes de ello. Pruebas que han sido reconocidas por organismos internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, Amnistía Internacional, etc.” (V página 244). “Por eso también, el llamamiento que me parece más urgente a quienes son responsables de la conducción del país, o dirigentes de las clases sociales: un retorno urgente a la constitucionalidad. Si es que de veras se apela a lo legal. Cuantos crímenes se cometen en nombre de la legalidad. El estado de sitio, cuantas ocasiones para atropellar impunemente. Pero si se tiene en cuenta, que más atrás de la ley del estado de sitio, está la Constitución y está la organización democrática del país, no dejemos sin funcionar ese organismo democrático y dejemos también irrisorias las leyes de la Constitución. Creo que quienes son garantes porque lo han jurado - esa Constitución - son los más obligados a dar el buen ejemplo del respeto a las leyes, a las que todos tenemos que volver, desenmascarando abusos de autoridad, sometiendo a la justicia toda acción que toque la ley y sabiendo sancionar al que es culpable” (VI páginas 431-432). “A este propósito, yo quiero decirles a los que decretan el estado de sitio que no vaya a suceder lo que la experiencia nos ha dado en la historia: Que junto al estado de sitio que suprime el ejercicio del derecho a otros, como que autoriza el crimen de extrema derecha y la difamación a la Iglesia y de sus ministros [...] En otras palabras que la ley sea pareja. Que si se coartan derechos, sobre todo se coarte el abuso de atacar a la Iglesia y que a la Iglesia, se le respete en aquello que la ley garantiza” (VI página 388).
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